Por Estela Buitrago | Frente de Mujeres del Partido Solidario Córdoba
Este año la convocatoria no fue masiva en las calles. Lo fue en las redes convocando a pañuelazos y otras actividades para exigir este derecho fundamental que nos falta que es el derecho a decidir sobre nuestros propios cuerpos y el derecho a cuidar nuestras vidas, porque estamos convencidas de que la clandestinidad mata, pero la Marea Verde no se detiene.
¿Por qué el 28 de septiembre?
En 1990, desde el 18 hasta el 24 de noviembre se celebró en San Bernardo, Argentina, el V Encuentro Feminista, Latinoamericano y del Caribe. En el mismo, el taller sobre aborto que organizaron la Comisión por el Derecho al Aborto en Argentina y las Católicas por el derecho a decidir de Uruguay, con participación de feministas de Brasil, Chile, Colombia, Bolivia, Perú, Paraguay, El Salvador, México, Guatemala y Nicaragua, decidieron instituir el 28 de septiembre como Día Global por el Derecho al Aborto.
Esta decisión surgió en vista de que una de las principales causas de muerte de las mujeres en muchos países de la región eran las complicaciones derivadas de los abortos inseguros.
La delegación brasileña propuso instituir el 28 de septiembre como Día Global por el Derecho al Aborto, lo que fue aceptado.
La propuesta deriva de la conmemoración de la promulgación de la Ley de Libertad de Vientres, que se sancionó el 28 de septiembre de 1871. Esta ley garantizaba la libertad para todes les hijes de esclavas nacides a partir de ese día.
Han pasado casi 30 años desde ese encuentro y, a pesar de que este año muchas decidimos no estar en las calles, la Marea Verde se expresó igual.
Las redes se convirtieron en nuestras calles. Volvimos a hacer escuchar el Grito Global por la legalización del Aborto:
#EducaciónSexualParaDecidir #AnticonceptivosParaNoAbortar #AbortoLegalParaNoMorir
La ausencia de una ley que garantice la legalidad y la práctica segura del aborto acentúa las diferencias sociales ya que las mujeres sin problemas económicos pueden concurrir a clínicas o consultorios donde les será practicado el aborto por profesionales de la salud con todos los recaudos de higiene necesarios para garantizar su salud, mientras las mujeres pobres tienen que recurrir a la práctica por parte de personas no capacitadas y en condiciones de clandestinidad e inadecuadas de higiene.
La problemática no se detiene allí. Ya que, en caso de complicaciones, una mujer no puede ir al hospital por el miedo a perder su libertad. Cuando van, generalmente es tarde.
La ausencia de legalidad es un empujón a la clandestinidad, porque cuando una mujer decide abortar, lo hace.
Por otro lado, tenemos el flagelo de los embarazos de niñas y adolescentes. Esto quita las posibilidades de un sano desarrollo en todos los órdenes, incluido el social. La maternidad temprana muchas veces genera deserción escolar, secuelas en la salud física, psicológica y social.
Esta situación acentúa la inequidad de género que se refleja en situaciones de domesticidad permanente, pérdida de oportunidades educativas y laborales futuras que podrían mejorar sus condiciones de vida, junto a la restricción del espacio público y la sociabilización con sus pares, lo que destruye su salud social.
La salud física se pone en peligro ya que en niñas menores a 15 años aumenta el riesgo de morbilidad y mortalidad materna, sufriendo también sus hijos, ya que nacen con menor edad gestacional, menor peso, desnutrición materna e infantil.
Actualmente, más de 300 niñas de 10 a 14 años por día son obligadas a parir y maternar. Un estudio de UNICEF de 2019 determinó que cada 6 minutos una adolescente da a luz en Argentina.
Esos embarazos no deseados, en su mayoría se dan por haber sido víctimas de violación. Al negar el derecho a la interrupción del embarazo, esas niñas son revictimizadas, convirtiéndose en víctimas de la “mirada moral” de profesionales de la salud que se niegan a darles la posibilidad de continuar con su vida de niñas y adolescentes.
Esta lucha que llevamos a cabo es muy desigual porque nos enfrentamos a poderes hegemónicos, creados por el patriarcado que se esfuerza por decidir los destinos de la humanidad y someternos y ubicarnos en un lugar subalterno y secundario a las mujeres y disidencias.
Pese a esos poderes, hace tiempo hemos decidido que somos nosotres (mujeres y disidencias) quienes ejerceremos los roles que nos interesen sin preguntar. Saliendo del ámbito doméstico como único destino.
Lejos de sentirnos víctimas, nos unimos, nos abrazamos y decidimos hacer caer el sistema patriarcal, que niega derechos, somete y empobrece. La Marea Verde avanza y no vamos a parar hasta lograr todos los derechos que nos faltan porque estamos convencidas de que los derechos no se piden, se ejercen y se exigen.