Por Ariel Chiarotti | Empresol, Frente Empresarial del Psol Córdoba
El diagnóstico, al menos para los economistas heterodoxos, es claro: hace tiempo que se viene hablando; la salida de la pandemia será con un crecimiento importante en la economía y de hecho en lo que va del año (con disparidad de sectores) se perfila un crecimiento superior al plasmado en el Presupuesto nacional. Eso es una buena noticia y esperemos que la segunda ola no influya en demasía a la baja esos guarismos, pero lo más importante de ese crecimiento es si queda en unos pocos o si se logra una mayor distribución del ingreso per cápita.
Los sectores concentrados de la economía utilizan todo su poderío y también todas sus mañas para apropiarse de esa renta.
La gran batalla está hoy dada en la inflación y en las paritarias. Es sumamente importante que salarios aumenten por sobre la inflación y generen un mercado interno vigoroso que beneficiará a la mayoría de los argentinos.
Si bien la inflación es multicausal y entre tantos factores el incremento de costos de precios internacionales afecta a todos por igual, no es menos cierto que hay una puja distributiva desatada por los formadores de precios, que hace que no se respeten acuerdos, que se evadan precios sugeridos o límites y por ende que se margine aún más a una población que viene soportando dos pandemias consecutivas: la del macrismo y la desatada por el coronavirus.
Creo que avanzar en controlar que la ley de góndolas se cumpla, lograr que los acuerdos se respeten y administrar inteligentemente el comercio exterior son las bases necesarias para seguir trabajando en el control de la inflación. Pero claramente no es suficiente, y es aquí donde tenemos las mayores dificultades para poder resolver.
Los productores de materia prima la producen en Argentina con los beneficios del suelo y el clima, pagan combustibles, salarios e impuestos en pesos, pero nos quieren vender por todos los medios a los y las argentinos/as a precios internacionales o, como ellos lo llaman, a valor de mercado internacional, y ello no es posible, porque un argentino no gana lo que un alemán, pero ojo, tampoco ellos pagan el mismo sueldo que a un alemán, ni los impuestos ni una parte de los insumos, entonces es ahí donde está la gran cuestión, porque Argentina exporta lo que come su pueblo y a los exportadores no les interesan en lo más mínimo los índices de pobreza, que más allá de los números son personas que sufren.
La receta es conocida, y ha sido probada en su eficacia, solo que se requiere del suficiente poder político y consenso de la población para llevarse adelante con éxito, y “sí”, aunque resulte antipático decirlo es necesario establecer “límites y/o cupos de exportación” y “hay que subir las retenciones”. Por todos los medios se les pidió y se negoció para que provean a los argentinos de alimentos a precio diferencial. No lo aceptan, entonces habrá que actuar en consecuencia y la población deberá pararse del lado correcto.