La mirada adolescente

08/08/2020
aula

Por Lilén Garijo

Militante del Partido Solidario de Cosquín | Representante del Centro de Estudiantes del Colegio Superior Presidente Roque Sáenz Peña.

Los centros de estudiantes no quedamos exentos de la necesidad de adaptarnos a la pandemia. En este desafiante recorrido por este terreno desconocido e incierto que nos tocó vivir a todes, tuvimos que improvisar y ser pacientes. Nos organizamos, fortalecimos nuestras redes y nos sostuvimos más que nunca. Modificamos nuestras tareas pero no nuestras prioridades y mucho menos nuestro estandarte: cada paso que damos, lo hacemos mirando a una educación digna y de calidad para todos y todas.
Si algo consideramos esencial, es mirar a la escuela de forma integral: debemos recordar que no sólo se va a aprender, también se va a a jugar, a pedir ayuda, contención, y a comer. Es entonces que la ausencia física de los colegios comprende más dificultades y más riesgos que la ausencia de la educación solamente.
Cuando la escuela y el hogar comienzan a ser el mismo lugar, no solo aparecen nuevas problemáticas, sino que las que ya existían se acentúan. Las desigualdades se vuelven más profundas.
Lxs jóvenes que desafortunadamente contraen alguna enfermedad grave y deben permanecer en sus casas o en un hospital, los niños y niñas que viven en zonas que se desmoronan cuando llueve y no tienen forma de siquiera salir de sus barrios, lxs que viven lejos del colegio y no pueden asistir a clases si hay paro de colectivos, aquellas adolescentes que se convirtieron en madres durante el secundario y deben cuidar a sus hijxs: algunas de las infinitas situaciones en las que se evidencia que no hacía falta la llegada de una pandemia para entender a la conectividad como una necesidad para poder estudiar.
El problema que vemos es que la educación dejó de ser pública y dejó de ser gratuita, porque quien no tiene acceso a una computadora, una tablet o un celular, internet o datos móviles, no continúa con sus estudios. En los tiempos que corren y cuando de educación se habla, la conectividad es tan esencial como un libro, un cuaderno, y unos lápices. Por ende, hay que entenderla como un derecho y exigirla como tal.
Y sí, podríamos hablar sobre las distintas opciones o facilidades que se les ofrecen hoy a quienes tienen alguna dificultad, pero si algo aprendimos luego de casi cinco meses de aprendizaje en línea, es que la estructura estricta del sistema educativo actual y tradicional ha quedado obsoleta, deja mucho que desear en materia de equidad y no está preparada para cubrir las necesidades básicas que puedan surgir. Me pregunto por qué sigue existiendo esta necedad en el mundo adulto de que seamos nosotros y nosotras, los niños, niñas y adolescentes, quienes nos adaptemos al sistema y no al revés.
Entonces, es momento de tener esta discusión. Y es momento de que nos hagan partícipes de ella. Los y las estudiantes no podríamos estar más de acuerdo con que la pandemia significa y significará un antes y un después en todos los aspectos de nuestra sociedad, pero estaremos ahí para que la educación no se quede atrás en este cambio. Trabajar en conjunto es la mejor fórmula para construir la escuela que se viene, la que necesitamos, la que soñamos, la que merecemos.