Por Pablo Tissera, Secretario General PSol Córdoba
Pensemos en un modo diferente de producir, de distribuir y de consumir, con sentido responsable, una manera alternativa de entender el modelo de acumulación que no sea desde la voracidad capitalista extractivista, neoliberal y especulativa a la que nos tienen acostumbrados los grandes grupos económicos principalmente trasnacionales. Pregunto, ¿existe un modelo que sea realmente alternativo a aquel que tiene como objetivo maximizar sus ganancias a cualquier costo y a costa de las desigualdades sociales que genere?
Claro que existe, allí aparece la economía social, solidaria y popular y la economía PyME, una alternativa que lejos de naturalizar el individualismo, de validar la ley del más fuerte e instaurar el sálvese quien pueda, representa “la otra economía”, esa que en su esencia comprende al desarrollo desde lo productivo, lo inclusivo, el cuidado ambiental, con la impronta del consumo sustentable, del fortalecimiento territorial y del desarrollo local comunitario, esa que busca promover la solidaridad como valor y la perspectiva de géneros para el cambio social, esa que entiende al trabajo como el principal ordenador de la sociedad. Sin ir más lejos, una parte del sector cooperativo, 5.000 cooperativas de trabajo generan 225.000 puestos de laburo.
A “la otra economía” la concebimos en alianza estratégica con el Estado en la esfera pública, y compitiendo por motu propio y/o con apoyo de políticas públicas en la esfera privada. Se destaca por su gran diversidad en la producción de bienes y servicios, que va desde brindar servicios financieros, pasando por asistir en tantos otros estratégicos para las comunidades como la conectividad, la electricidad, el agua, informáticos y de oficios, hasta prestar servicios de información, entre muchos otros. Asimismo compite en diferentes ámbitos de la producción y distribución de bienes de primera necesidad como alimentos u otros bienes para el consumo, como así también bienes de capital, muchos de ellos plausibles de exportación. En fin, y como verán, impacta en toda la vida económica y social de nuestro país.
Nos detenemos en dos noticias de estos días para conocer mejor de qué hablamos cuando hablamos de “la otra economía”:
Por un lado, se lanzó la Mesa Agroalimentaria Argentina, constituida por un grupo de organizaciones denominadas “el Otro Campo” junto a representantes de pequeños y medianos productores de alimentos (Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra, Movimiento Nacional Campesino Indígena – Somos Tierra y la Federación de Cooperativas Federadas FECOFE), con el objetivo de articular políticas que den respuestas a la crisis alimentaria de nuestro país. Abastecer de alimentos de calidad, a precios justos bajo un modelo agrario que garantice y construya soberanía alimentaria y favorecer el desarrollo de los mercados de cercanía, que en este contexto de crisis se ve beneficiado, acercando la relación directa productor/consumidor quitando intermediarios en las cadenas de valor.
Y, por el otro, tomamos un estudio del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (CESO) publicado en Página/12 (08.06.2021) sobre el costo de la Canasta Básica Alimentaria (CBA) con datos de CABA y AMBA del mes de abril. El estudio recogió el costo de las Organizaciones de Comercialización y Consumo Social, Solidario y Popular (OCYC) y lo comparó con los de los grandes supermercados. ¿El resultado? Que son competitivos, $10.715 fue el costo de la CBA para las OCYC y de $10.871 para los grandes supermercados. Todo un dato y un buen augurio a la hora de pensar los grandes beneficios que traerá a la comunidad profundizar la implementación de políticas públicas que promuevan “la otra economía” por parte del gobierno nacional y popular que conduce el Frente de Todxs, sumamente necesaria para salir de la crisis en la que nos habían sumergido Macri y sus políticas neoliberales, una crisis que lamentablemente se vio luego acrecentada por la pandemia sanitaria.
Entonces, cuando hablamos de “la otra economía” estamos sacando a la luz la disputa entre dos modelos económicos, sociales, políticos y culturales, que en el fondo discuten el rol del Estado y el mercado, que de acuerdo a su papel definen el proyecto de país que queremos. En fin, o es el mercado el que tiene la potestad de asignar los recursos de acuerdo a la ley de la oferta y la demanda, libremente y sin ningún tipo de intervención, con lobbistas predicadores de la teoría del derrame que nunca llega a las mayorías populares pero, eso sí, aumenta la desigualdad social; o es el Estado el que regula la economía, que siempre es social, y pone límites al mercado con la clara voluntad política de favorecer el trabajo y la producción local, defendiendo el mercado interno en pos del desarrollo local y la igualdad social. Ese es debate de fondo, y “la otra economía” juega un rol protagónico en el mismo.